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Morgan alista vuelo

Fotografías: Ignacio Galán

El águila real de la montaña es el ave rapaz más amenazada de Colombia: esta especie que habita el bosque altoandino, pese a su imponencia, historia e importancia ecológica, es una de las menos conocidas y la de mayor conflicto con los humanos. No quedan más de cien parejas en el país. 

Morgan atrapa el trozo de comida con las garras, picotea y traga. Mira hacia el frente, rasga la carne, vuelve a picotear y pasa. Otra vez rompe el alimento, engulle y así continúa hasta acabar la porción.


Es un ejemplar de águila real de montaña o crestada (Spizaetus Isidori), una de las más amenazadas de Colombia. 

Consume pedazos de codorniz, pesada con exactitud, eviscerada, sin cabeza ni patas y casi sin plumas. Un manjar que Jonny Alejandro Henao, técnico del Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces San Isidro (Crarsi), ubicado en el sector de Cerritos, Pereira, Risaralda, le prepara cada día, según sus necesidades, peso y estado de salud. Este hace parte del trabajo que realiza la Fundación Águilas de los Andes (FADA).


Morgan es llevada a una percha, un semiaro forrado en pasto sintético, donde recibe el sol y descansa. Ella examina el ambiente con su mirada penetrante, mueve lentamente la cabeza, camina, da un salto, vuelve a la percha y se queda quieta.  

Entre tanto, los ornitólogos (expertos en aves) la observan, estudian su comportamiento y desarrollan el plan de trabajo proyectado para su rehabilitación.

La vida
de un águila

En agosto de 2020, un juvenil ─aparentemente macho─ fue remitido al Centro por la Corporación Autónoma Regional del Tolima (Cortolima). Venía de La Mesa de Pole, en Ataco, un municipio al suroccidente de Ibagué, la capital del departamento. 


“No presentaba comportamiento defensivo, por el contrario, era muy dócil. Sus plumas primarias y las de la cola, timoneras, estaban bastante dañadas. Tenía un perdigón en el ala, que hasta el momento no le ha afectado el vuelo. El mayor daño detectado era la pérdida completa de uno de sus ojos”, relata Ana María Morales, cetrera y bióloga investigadora en fauna silvestre de Crarsi. 

Días después de su llegada, fue sexada (con un examen de sangre) y se confirmó que era una hembra. Para entonces, ya había sido bautizada: Morgan, y así se quedó, como el pirata. 

En 2019, el águila real de montaña fue declarada como especie emblemática para el departamento de Risaralda. Ha sido avistada en Pereira, la zona alta de La Florida, Santa Rosa de Cabal, Santuario, Apía, Belén de Umbría, Pueblo Rico y Mistrató.

La Fundación decidió que sería entrenada a partir de técnicas de cetrería (ver video), para convertirse en embajadora de la organización. Sin embargo, el águila no comenzó prontamente porque Atila, la antigua y exitosa embajadora, había fallecido. 


“Morgan empezó hace un año, al principio de manera lenta, para ganarme la confianza y ya en mayo de este año la sacamos de la cámara y empezamos a trabajar intensivamente. Ya estamos haciendo vuelos largos con fiador (cuerda larga) y en estos días empieza a volar libre”, cuenta Ana María, su entrenadora.

Como parte de la instrucción que el ave recibe de lunes a sábado ─en un área a cielo abierto donde se ubican las aves que pueden volar─ el alimento es suministrado sobre un guante especial.


Con esto se busca ganar musculatura, afianzar el vuelo, tener proximidad con personas y prepararse para ser embajadora. Así podrá participar en las campañas de educación ambiental que realice la Fundación.

Foto: Ignacio Galán

“El águila real de montaña es nuestra razón de ser. Es la segunda más grande después del águila arpía y cumple una función muy importante en el bosque andino como depredador y controlador. Poco conocen los colombianos de ella, pese a que fue descubierta en el país en 1848”, relata Ospina.


Cuenta que esta es el ave rapaz más estudiada del país, hace varias décadas, su maestro Álvaro Torres Barreto comenzó a investigarla. Luego, quien fuera su alumno, César Márquez y actualmente FADA. Su misión es darla a conocer, sanar los individuos que recibe enfermos y difundir el mensaje de protección en el país. Una preocupación permanente porque según Ospina no quedan más de cien parejas en el territorio nacional.

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Conflicto con humanos

Según el Libro Rojo de Aves de Colombia, “el efecto combinado de la destrucción y fragmentación de los bosques con la presión de la cacería, ha reducido su población en más del 50% en tres generaciones. Se estima que perderá al menos un 20% adicional de su población en tres generaciones”. 


El documento reseña que esta especie ha perdido el 60,6% de su hábitat históricamente y en 10 años el 6,8%: “La cacería es una amenaza muy fuerte, dado que estas águilas y en especial los inmaduros son muy propensos a cazar aves de corral, por lo cual son fácilmente eliminados por los campesinos”. El conflicto con esta ave es frecuente en varios departamentos de la zona andina. 


En efecto, el Libro Rojo advierte que está calificada como En Peligro (EN), pero se aproxima a En Peligro Crítico (CR)”, según la categorización de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), es decir que está a dos pasos previos de la extinción. 


Y la Lista Roja de dicha entidad, informa que en la naturaleza se encuentran libres entre 250 a 999 individuos y la tendencia de su población en Suramérica es decreciente.
Justamente, al hablar del estado de conservación de las aves rapaces en el país, Ospina explica que además del águila real de montaña, hay otras especies en estado crítico: el águila solitaria (Buteogallus solitarius), (ambas de gran tamaño) y el gavilán plomizo (Leucopternis plumbers). ¿Cómo está la especie en Risaralda?

“Del resto de las especies más grandes como el águila arpía y otras Spizaetus, no se conocen suficientes datos poblacionales, pero se mantiene una alerta con ellas”.

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La antigua embajadora real

Meses antes de llegar Morgan a Crarsi, la embajadora era Atila, un águila que había sido rescatada de una finca en Pipiral, Meta, donde permanecía amarrada. 


Por un buen tiempo aportó en campañas de educación ambiental y llevó el mensaje a las comunidades para la protección de su especie.


Mensaje que también cumplen otros embajadores como Dolly (Parabuteo unicinctus), Felix (Spizaetus ornatus), Estrella y Tala (Falcon femoralis y cernícalo ‘cerni’ (Falco sparverius)
El Director de FADA, se acuerda cómo Atila fue a muchas zonas conflicto para que la gente la conociera, la apreciara y comprendiera cómo puede tener una mejor relación con esas aves. 

Mientras Alex habla, Morgan hace su sonido característico, aprieta las garras en la percha. Con su plumaje negro y pecho castaño, se prepara para ir a volar sobre los potreros de San Isidro. 


Es un día cálido en Cerritos, el cielo está despejado, y ella tiene el privilegio de salir, volar y ver el paisaje desde arriba. Luego volverá a su guarida forrada en maderas lisas, verticales (para que no se dañen sus alas), y esperará la siguiente porción de codorníz que Jonny le prepare. Volverá a rascar el alimento, picotear y tragar para mantener el peso ideal para el siguiente vuelo. 


Pronto, ya como embajadora, será imagen de una nueva campaña educativa o de un video sobre la conservación de otras rapaces que, como ella, han sido cazadas desde muy corta edad, cambiando para siempre su misión en la naturaleza. 

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